jueves, 16 de abril de 2015

Trinidad, la joya colonial del Caribe


8 y 9 de agosto de 2014. Trinidad, una ciudad única, una joya colonial catalogada como Patrimonio Mundial por la Unesco, hay que vivirla con los cinco sentidos. Trinidad hay que recorrerla sin prisas, caminarla sin rumbo y disfrutar de cada una de sus coloridas calles adoquinadas, perdiéndose entre sus recónditos callejones y plazuelas y sus casas de altos techos y grandes ventanales. Todo, al son de esas alegres melodías y de las pegadizas letras que se escapan por cualquier rendija. 
Plaza Mayor de Trinidad y Museo de la Lucha contra Bandidos.
Durante el día, es cuando uno puede apreciar la vida diaria de los lugareños y recrearse con los quehaceres de los múltiples vendedores ambulantes que comercian puerta a puerta, como el merenguero, el galletero, el panadero o el pastelero. Cada cual su especialidad. Según nos explicó muy amablemente el merenguero, cuyas voces de aviso de su llegada se integran en esta bucólica estampa, trabajan con un régimen similar al de los autónomos, aunque con algunas diferencias.

También es buena idea -y casi obligación- hacer una incursión en los pequeños mercadillos de artesanía, cuyas vendedoras son las reinas del trueque, y enseguida intentan cambiarle al turista algunos de sus souvenirs por ropa y accesorios. Ojo no se te quieran llevar lo puesto...o te coloquen, sin darte cuenta, un conjunto de collares de semillas...Creo que es casi imposible acabar sin ellos en el equipaje de regreso.  

El panadero, puerta a puerta. Trinidad. 
El epicentro de esta villa de postal, la tercera fundada por españoles en Cuba, con Diego Velázquez al frente, es la Plaza Mayor. Alrededor de este punto de encuentro, que data de 1800 y cuya decoración se añadió en 1856, se hallan algunos de los edificios más destacados. Uno es el Museo Municipal, ubicado en el antiguo Palacio Cantero. Éste recoge la historia de la ciudad, que en 2014 celebró sus cinco siglos de vida. Gracias a esta efeméride, se realizó un proceso de rehabilitación de calles y edificios y, en general, la ciudad tuvo un lavado de cara. También está la Iglesia de la Santísima Trinidad y el Museo Romántico, ubicado en el Palacio Brunet

Vida a pie de calle. Trinidad
Como curiosidad, uno de los máximos iconos de esta localidad, la torre-campanario amarilla que se divisa desde la plaza y que está presente en la mayoría de fotos, postales, dibujos y otros muchos souvenirs es el actual Museo Nacional de la Lucha contra de los Bandidos, antiguo convento de San Francisco de Asís. 

Aunque nosotros no accedimos al interior, una guía de turismo que contratamos para hacer un tour durante 3 horas por diferentes zonas de Trinidad (10 euros por persona, si no recuerdo mal, poniendo el coche nosotros) nos explicó que el museo atesora elementos para combatir las bandas contrarrevolucionarias que existieron en el centro de Cuba. La guerra contra estos grupos opuestos al gobierno de Castro se le denominó "Lucha contra bandidos", y de ahí original nombre del museo.  
Músicos en La Canchánchara
Por la noche, cuando la caída del sol da paso a las tenues luces que iluminan las calles, se despierta otra Trinidad. Es en este momento cuando la música se apodera definitivamente de cada uno de sus rincones y cada noche se convierte en una fiesta. Uno de los templos de la música cubana en vivo es La Casa de la Música, unas escalinatas que permiten escuchar grupos en vivo mientras saboreas unos mojitos y picas algunos platillos. Otra opción es La Casa de la Trova, que también tiene un buen número de adeptos.

La Canchánchara, un cóctel originario de la zona que mezcla aguardiente, miel, cítrico y agua, da nombre a uno de los bares con más afluencia, tanto de día como de noche. Servido frío en una pequeña vasija de barro, el trago no es nada suavecito, pero hay que probarlo. Al lado de la Canchánchara, que también tiene música en vivo  (el Bailandoooo de Enrique Iglesias marcó nuestra entrada), también hay una sede de La Bodeguita del Medio, mítico local de La Habana. Esta franquicia abrió coincidiendo con la celebración del medio milenio de la fundación de Trinidad. 
Callejeando por Trinidad
A menos de diez minutos en coche de Trinidad, encontramos el mar y la montaña, dos polos opuestos que, debida su proximidad, se complementan a la perfección. Una de las mañanas nos acercamos al Valle de los Ingenios, denominado oficialmente como Valle de San Luis. Junto a Trinidad, fue reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.

Fue una de las regiones azucareras más grandes. Allí, entre el siglo XVII y XIX, se asentó la aristocracia que se dedicaba a la industria azucarera. Según la guía, llegó a haber hasta 75 ingenios, haciendas coloniales con instalaciones para trabajar la caña de azúcar para obtener azúcar, ron y otros productos. En cada ingenio llegaron a trabajar entre 300 y 400 esclavos.A partir de mediados del XIX cayó en una larga decadencia. Entre los xx mejor conservados destaca la casa-hacienda y la torre campanario del ingenio Manaca-Iznaga, símbolos del poder de la época. 

Valle de los ingenios. Cuna de la industria azucarera cubana
Desde el valle pudimos observar la Sierra del Escambray, que es el tercer macizo montañoso del país. El primero es la Sierra Maestra, cuna de la revolución. Una de las excursiones típicas en el Escambray es la visita al parque natural Tope de Collantes. Pero como a todo no se puede llegar y 48 horas dan para lo que dan, nos la guardamos para la próxima visita a la isla.
Bienvenidos a Trinidad. Está en diferentes accesos a la villa
A aproximadamente diez kilómetros del centro de Trinidad está Playa Ancón, una de las mejores playas del sur de la Isla, en pleno Mar Caribe. Aquí teníamos, durante tres noches, nuestro hotel, el Brisas Trinidad del Mar. Debido la temperatura que hacía en agosto, cualquier momento era bueno para darse un chapuzón en esas cálidas aguas. La mejor, quizás, al atardecer: cuando el sol dejaba de abrasar y los locales acudían también a refrescarse. Nos resultó curioso ver cómo algunos de ellos se bañaban vestidos. No nos atrevimos a preguntar... 

Playa Ancón. A 10 km de Trinidad,
Para aquellos que no tengan opción de visitar los cayos, Playa Ancón es una opción nada desdeñable. Inicialmente, y debido a las críticas que había leído en algunos foros, iba con pocas expectativas, pero se superaron nada más llegar. Tanto la arena como el agua estaban muy limpias. 

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