Después de nuestro primer desayuno en la mayor de las antillas, iniciamos nuestra incursión en La Habana Vieja. Nada más franquear las puertas del hall del hotel Sevilla, donde vendetodos te asaltan mañana, tarde y noche, hacemos nuestro primer recorrido por el paseo del Prado,
cuyo nombre oficial es Paseo José Martí y cuya estética y arquitectura
es irremediablemente parecida a Las Ramblas de Barcelona. Y es que, de hecho, posteriormente nos enteramos que su diseño estaba basado en esta alegre y concurrida vía barcelonesa.
Seguimos esta arteria principal hasta llegar al Parque Central. En este sitio, una especie de plaza llena de vegetación (pero sin parecer realmente un parque), uno puede coger un taxi, negociar un paseo en calesa, tomar
el bus turístico por cinco Cucs diarios, pactar un tour de una hora con
uno de esos autos auténticos americanos de los años 50...o, sencillamente, utilizarlo como puerta de entrada a La Habana Vieja y la calle Obispo.
Nosotros, des de ahí, nos acercamos a ver el Capitolio, que en esas fechas estaba cerrado por obras (y parecía que iba para largo).
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Taxis y autos antiguos. La Habana |
De
camino a la calle Obispo, chocamos de frente con uno de los muchos
iconos vivos de la Habana: El Floridita, la cuna del Daiquiri, como reza
la inscripción que hay detrás de la barra de esta archiconocida coctelería. El escritor Ernest Hemimgway era
asiduo a este cóctel, una combinación de ron blanco, azúcar y zumo de limón. De ahí, su frase “My mojito in the Bodeguita and
My daiquiri in the Floridita”. Una escultura al final de la barra
recuerda hoy al famoso cliente, autor del Viejo y el Mar. En algunos
momentos del día es necesario hacer una pequeña cola para retratarse con su figura. Teniendo en cuenta los precios (nada baratos para ser Cuba), se agradece ese platillo de plátano frito que sirven al pedir caulquier bebida. Y es que, además, seguramente más de uno regrese a casa el plátano y el bonitato frito integrados en su dieta....
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Farmacia Museo Taquechel |
Avanzamos
por la calle Obispo, haciendo algunas paradas, como la
Farmacia Museo
Taquechel, una vieja farmacia adaptada a partir de una casa unifamiliar
en 1898. Restaurada en 1996, funciona como museo farmacéutico. Viejos
tarros de porcelana y el elegante mostrador de madera acaparan las
visitas y los objetivos de las cámaras de los curiosos turistas (entre ellos, nosotros).
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Plaza de Armas. La Habana |
De ahí, vamos hasta llegar a
la
Plaza de Armas, que cuenta con un interesante y curioso
mercado de libros de
segunda mano. Los fanáticos de estos bazares literarios, podríamos pasarnos tranquilamente más de media mañana en estos pocos metros cuadrados de la ciudad. Libros sobre Cuba, manifiestos sobre la Revolución, novelas, antiguas guías
de viaje, discos de vinilo con portadas descoloridas, pósters de películas que
marcaron un hito en la filmografía cubana, como
Fresa y Chocolate...
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Trabajadores en la calle Mercaderes. La Habana vieja. |
Con el soporífero calor y la
agobiante humedad que reinaba sin tregua antes de las 11 de la mañana,
hicimos un
break en la terraza del
Hotel Ambos Mundos, refugio y hospedaje de
Hemingway en La Habana. Allí escribió el clásico
Por quién doblan las
campanas. Tomando la
calle Mercaderes llegamos hasta otra de las cuatro
grandes plazas de La Habana:
La Plaza de la Catedral. Un consejo: Sentarse en uno de los soportales, contemplar sin prisas la bonita estampa arquitectónica y, por unos minutos, observar el trajín del lugar. En uno de estos soportales está, además, la
estatua de Antonio Gades. El único callejón que da a
la plaza es el famoso
Callejón del Chorro, donde está el
paladar de
Doña Eutimia, uno de los mejores valorados por TripAdvisor y que casi
siempre necesita reserva previa. Nosotros, con mucha suerte, nos hicieron un hueco para la cena del día siguiente.
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Plaza de la Catedral. La Habana |
Salimos
de la plaza por la
calle Empedrado, que da cobijo a otro clásico habanero:
La
Bodeguita del Medio. En esta primera incursión, solo nos hicimos las
fotos de rigor en la fachada. Al día siguiente vivimos en directo el ambiente la BdM. En este punto, decidimos recorrer otra parte de
la calle Mercaderes, que está en proceso de recuperación por parte de la
Oficina del Historiador. Algunas ciudades o villas cubanas cuentan con esta
oficina, que es la encargada de velar por el mantenimiento del casco
histórico. Una de la primeras paradas en esta vía fue la
Maqueta del
Casco Histórico (Habana Vieja). Realizada por Orlando Martorell y su
familia, tardaron tres años y medio en hacerla. Si pagas 1 o 2 CUCS más
(no recuerdo bien), se pueden hacer todas las fotos que se quiera. Normalmente, el tema de la fotografía funciona así en toda Cuba.
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La Bodeguita del Medio. Calle Empedrado |
A esas alturas del día, nuestra siguiente parada fue por exigencias
del estómago. Teniendo en cuenta la selección de paladares que había
realizado a conciencia desde casa, nos decantamos por el
Paladar Los Mercaderes. No nos defraudó. Ubicado en un primer piso, destaca por una decoración
colorista y alegre. Tienen un menú del día con platos representativos de
la cocina cubana (tostones, frijoles, ropa vieja...) por 12 CUCS con
postre incluido (9,50 euros aprox). Muy muy completo.
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Plato de Ropa vieja. Paladar Los Mercaderes |
Acabamos el recorrido por la
Calle Mercaderes en la
Plaza Vieja, otra de las cuatro plazas más
famosas de La Habana. Aquí, además de encontrar sorprendentemente tres o
cuatro tiendas de marcas (las únicas que vimos en toda Cuba), está la cámara oscura y una estatua de un
gallo cuyo significado no llegamos a alcanzar... Es la de más reciente
restauración por parte de la Oficina del Historiador de la Ciudad y en
cuyo centro hay una enorme fuente de mármol de Carrara que, como pudimos
comprobar posteriormente en la ciudad, era muy utilizado antes de la
Revolución. Tanto para las grandes mansiones y palacios (como el palacio
presidencial) como en el cementerio de la Necrópolis de Cristóbal
Colón.
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Maqueta de La Habana Vieja. Calle Mercaderes. La Habana |
Decidimos retroceder sobre nuestros pasos y regresar un rato al
hotel para descansar del sofocante calor y darnos un bañito en la
piscina. Regresamos por la calle O’Reilly. Aquí, un perspicaz vendedor
nos convenció para entrar en su negocio, nos montó en un santiamén una
clase de música (buscando nuestro lado más musical, que
era nulo) hasta que al final, por su buena disposición y el buen rato
que nos hizo pasar, le compramos un par de marcas y el clave con el que nos había "conquistado". Este vídeo me lo reservo...
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Local de venta de carne y ahumados. La Habana |
Después
del bañito en la piscina, decidimos ir a ver otro de los top ten de La
Habana: el Malecón. No encontramos un solo paso
de cebra para pasar a la acera que daba al mar. Así que no tocó pasar de cualquier
manera. Después de un paseíto a pleno sol, nos aventuramos con nuestro primer
cocotaxi. Lugar de destino: heladería Coppelia. Después de la foto de
rigor en la entrada, nos avisan que el local está cerrado por limpieza. ¡Qué mala suerte...!
Como lo teníamos cerquita, fuimos a echar un vistazo al
Hotel Nacional, que también tiene una fuerte carga histórica, además de un bonito vestíbulo y una señora terraza. Ahí nos tomamos el primer mojito frente al mar, en el jardín del hotel, acompañados de un cuarteto de músicos, mientras empiezan a caer las primeras gotas de lo que
posteriormente fue una señora tormenta. Realmente, fue uno de los mejores mojitos de todo el viaje. Por cierto, mucho mejor que los de la BdM...
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Hotel Nacional. La Habana |
Por la noche, nos
acicalamos un poco, cogimos un taxi y nos dirigimos al
Paladar La Guarida, otro
de los paladares con más éxito en la ciudad y en el que, por supuesto, también se
tiene que reservar. Yo lo hice con un mes de antelación, desde casa, vía
correo electrónico. Mi propuesta: arriesgarse y pedir de entrante los raviolis de queso con pesto y como plato principal un compacto de asado de cochinillo (no recuerdo el nombre exacto). Ambos platos deliciosos, y el precio creo recordar que rondó los 20-25 cucs por persona (con un plato principal para cada uno).
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Cena en uno de los balcones del Paladar La Guarida. La Habana |
Un consejo para que la cena resulte aún más perfecta
y de cuento: reservar en una de las cuatro mesas que están ubicadas en
los balcones. Más íntimo y romántico. Ubicado en un piso de un palacete de principios del siglo XX (C/Concordia, 418), el establecimiento nació, según citan sus propietarios, "para mantener viva la historia de
Fresa y Chocolate", un film que llegó a ser nominado a los Óscars como mejor película extranjera. Volvimos al hotel el taxi. Cada trayecto, cinco cucs.Ahí dimos por terminada nuestra primera jornada habanera.