lunes, 27 de abril de 2015

Aterrizando en Cayo Largo del Sur

11.08.2014. Decir madrugar en este caso es quedarse corto. Nuestro vuelo salía para Cayo Largo del Sur sobre las siete y media de la mañana, así que a las cinco estábamos en el hall del hotel Sevilla (La Habana) esperando, impacientes a la par que soñolientos, al autocar que nos llevaba al Aeropuerto Playa Baracoa. De este aeródromo, situado a 28 kilómetros de la capital y cuyas instalaciones son más parecidas a una antigua estación de autobuses que a lo que realmente es, salen muchos de los vuelos a los cayos (Cayo Coco, Cayo Las Brujas...). Nosotros volamos con la compañía Aerogaviota.
Aeropuerto Playa Baracoa. La Habana.  
Una vez (medio)superada la primera impresión del aeropuerto y con algunas maldiciones por parte de los pasajeros que tenían cierto yuyu a volar, pasamos los controles de seguridad. Luego, nos dirigimos hacia una de las dos "puertas de embarque" que había: una puerta de cristal que te daba paso, en una pequeña carrera, a los pies del avión, de 45 plazas. Por supuesto, éste era de hélices: :) No obstante, tengo que reconocer que era mejor de lo que me esperaba y que no cogió mucha altura.
Avión de Aerogaviota. El equipaje va entre la cabina del piloto y los pasajeros. 
La siguiente sorpresa fue cuando, después de unos minutos de vuelo y sin previo aviso, nos anuncian por megafonía que íbamos a parar en Varadero a recoger a más pasajeros. ¿Comooooooooo? Y es que, aunque ahora lo recordamos entre risas y se ha quedado como una de las anécdotas del viaje, la sorpresa del pasaje fue mayúscula, con un punto de incredulidad. Estábamos subidos en una especie de autobús de línea con alas. No sabemos si este hecho se repetirá con frecuencia o fue un caso puntual. Pero, en definitiva, fue toda una experiencia. 
Interior del avión de Aerogavota. Asientos 2-2. 
Antes de las nueve de la mañana aterrizamos en el Aeropuerto Internacional Vilo Acuña, de Cayo Largo. Desde allí, un  autocar nos trasladó, en 15 minutitos, al complejo hotelero Sol Cayo Largo. El hotel, de 4 estrellas (la máxima categoría que hay en la isla), está ubicado frente al mar, en la playa Lindamar, y se encuentra rodeado por islotes y playas vírgenes. Es de la cadena Meliá.  

En una de las palapas de la piscina del hotel
Como el check-in estaba saturado y era demasiado pronto para poder acceder a la habitación, nos facilitaron la famosa pulserita -un poco hortera, eso de ir 3 días con ella, tendrían que inventar otro sistema- y empezamos a disfrutar de las ventajas del Todo Incluido (TI). Desayunamos en el buffet Las Dunas, con leche de vaca, nada fácil de conseguir en la mayoría de hoteles de la isla, que utilizan leche en polvo disuelta en agua. Con el estómago lleno fuimos a la enorme piscina y al bar acuático.

Gracias a las gestiones del gerente (Alejandro, creo), que estuvo siempre pendiente y atento, logramos entrar antes del mediodía en la habitación, una especie de bungalow, blanco y azul, con balconcito y un bonito ventilador de madera en el techo. Me sorprendió gratamente lo atento que estuvo este hombre durante toda nuestra estancia. Tanto con nosotros como con otros huéspedes. Un 10 para él!
Bar acuático Sol Azul. Piscina del hotel. 

Comimos temprano en el ranchón Lindarena, otro buffet libre que está al lado de la playa. Aquí, además del self-service, hacen carnes a la brasa y pollos a l'ast. Hacia las tres de la tarde cogimos un taxi para darnos el primer bañito en las playas paradisíacas de las que hace meses nos habíamos enamorado a través de Google, foros y blogs de viajes: Playa Sirena y Playa Paraíso.

Ésta última en más de una ocasión ha merecido el premio Travelers' Choice por ubicarse entre las mejores playas del mundo según los criterios emitidos en TripAdvisor, la mayor web global de viajeros. Increíbles. Típica estampa caribeña, y sin masificación de turistas. Un consejo: no lo dudéis. A la hora de preparar el viaje estuve dándole muchas y muchas vueltas al destino de playa y, una vez allí,supe que había acertado.
Tarde en Playa Sirena
Por lo que respeta a los taxis, hay muy pocos en la isla (creo que se cuentan, como mucho, con las dos manos), por lo que hay que tener paciencia y pactar con el taxista los trayectos. Sobre todo la recogida, si no quieres volver con los trenecitos que ponen los hoteles (3 por la mañana y 3 por la tarde).

Si no, tocaría volver andando un par de horitas bajo el señor lorenzo, que no es nada compasivo. De regreso, nos duchamos y fuimos a cenar a Las Dunas. Totalmente necesario el repelente de mosquitos extrefuerte, al menos en esas fechas. ¡Acribillaban!

1 comentario:

  1. Hola!
    Genial el post! Una pregunta, ¿reservasteis el avión por vuestra cuenta o íbais en paquete? Gracias

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