martes, 1 de enero de 2013

Marrakech, la ciudad roja



Marrakech, una de las tres ciudades imperiales de Marruecos, conocida popularmente como la ciudad roja por la tonalidad de sus edificaciones, fue nuestro destino escogido el pasado mes de marzo de 2012 para hacer un breve kit-kat. Una escapadita de cuatro días que empezó al aterrizar en el Aeropuerto Internacional de La Menara y que terminó un día más tarde de lo previsto gracias (irónico) a un overbooking de Iberia. Pese al incidente, nuestra primera incursión en territorio africano nos dejó con ganas de repetir y descubrir más a fondo este país y ampliar al resto del continente.

Su corazón, la plaza Djmaa El Fna, es un digno espectáculo circense que congrega y atrapa a miles de turistas y, cómo no, nos atrapó a nosotros también. Lo mejor, olvidarse del reloj y dejarse llevar. En esta ciudad no vale llevar el cronómetro y ajustarlo al planing diseñado. Bajo el minarete de la Kutubia, la mezquita más famosa de la ciudad (acceso restringido a musulmanes), se congregan los encantadores de serpientes, los falsos sacamuelas, las insistentes tatuadoras de henna, los coloridos aguadores y los adiestradores de monos. A éstos últimos animalitos, aconsejo no tocarles la espalda...Cuando me los pusieron encima, lo hice y se enfadaron bastante...No tengo un buen recuerdo de ellos.

Todos estos artistas, junto a los chiringuitos de zumos de naranjas, conforman los principales actores de este qujotesco escenario. Ojo con todos estos vivarachos personajes, que la mayoría de las veces intentan cobrar una exagerada propina por hacerse con ellos la foto de rigor...Como en casi todos los aspectos en Marrakech, lo mejor es negociar antes de disparar con el objetivo. 

Plaza Djmaa El Fna de día

Al caer el sol, viejos carros con montones de hierros llegan a la plaza y se convierten, como por arte de magia, en una zona de restauración al aire libre, donde el visitante puede cenar, perfectamente, por cinco euros. Un microclima de humos y olores en el que el frío desaparece y los cocineros se afanan por captar al turista. Si bien algunos foreros son críticos con este espacio y algunos optan por no probarlo (en pro de la higiene y de la dudas que pueden originar los productos alimentarios que allí se venden), tengo que decir que yo, con los tiquismiquis que soy, cené dos veces allí sin problemas (y sin lujos, obviamente). Considerémoslo una experiencia más. Mi selección: coucous y brochetas de carne.

Para los que prefieran los restaurantes, nosotros estuvimos en Chez Chegrouni (14€, dos personas, compartiendo tajin, couscous, bebidas y pan) y, para una noche romántica, Le Marrakchi (http://www.lemarrakchi.com/), ambos en la plaza. Éste último, que sale a 20 euros por persona (si no recuerdo mal, quizás no llegue...),  incluye una demostración de danza del vientre. Para tomar el típico té a la menta y observar con sosiego, de paso, el trajín de la ciudad, la terraza del famoso Café de France.


Al norte de Djmaa El Fna se encuentra uno de los atractivos de la ciudad: los zocos (clicar en la palabra zocos, para ver el mapa de éstos), distribuidos, por artes y gremios. Un laberinto de calles, algunas al aire libre y otras techadas, donde el regateo es el arma fundamental. Mi recomendación: reducir, como mínimo, a la mitad del precio que fija el mañoso comerciante. Entre callejuelas con miles de objetos, se llega a la plaza Rahba Kedima, una balón de aire en medio del tumulto. Aquí entramos en el Café Des Épices. En la esquina norte de esta concurrida plaza, donde predominan las alfombras, está la Criée Berbère.

En el zoco de las babuchas
De los zocos saqué la mayoría de souvenirs y artilugios que me traje para casa y que rellenaron la maleta hasta que no hubo más sitio: un puff, un par de colchas con vivos colores (por 20 euros cada una), babuchas para la familia, una tetera y el tradicional plato que la acompaña (dicen que, cuanto más pesen, mejor calidad), algunos tajines y una bonita lámpara (que, pese a la insistente 'no problem' del vendedor, tuve que facturar -y pagar- por ser 'un objeto peligroso en cabina', según la aduana marroquí). 

En cambio, una alfombra amarilla que traje conmigo de regreso la adquirí en la visita de las curtidurías, ubicadas en el noroeste de la ciudad. Pese a las reiteradas veces que nos perdimos por las serpenteantes calles de su medina, finalmente y cogiendo un taxi que nos dejó en la puerta, llegamos. Un curtidor, que previamente nos dió una ramita de menta para mitigar los posibles olores, nos explicó todo el proceso de trabajo de las pieles (de vaca, cordero y camello). Primero, se ponen en fosas de agua, para eliminar restos del animal; después, en fosas de cal viva y excrementos de paloma, para reblandecer y eliminar los pelos. Finalmente, el proceso de secado y corte. El último escalón de la visita y, como no, el que más les interesa es la visita a la tienda (de ahí, la alfombra amarilla).
Curtidurías de piel en Marrakech




Como puntos arquitectónicos de interés, visitamos los clásicos: las Tumbas Saadíes,donde reposan los miembros de la dinastía saadí, que reinaron en Marruecos entre 1554 y 1669; el Palacio El Badi, construido en el siglo XVI y calificado como "el palaco más esplendoroso de África, inspirado en la Alhambra de Granada"; y el Palacio Bahia. Lo que más nos gustó, la madraza Ben Youssef, una antigua escuela religiosa donde se enseñaba el Corán. Está situada al norte de los zocos y fue fundada en el siglo XIV.

De la ciudad nueva, estilo europeo y cuya arteria principa es la avenida Mohammed V, solo destacaría La Menara, un inmenso estanque donde los marrakechíes van a pasear, y los preciosos jardines de Majorelle que, con su azul intenso y pese al precio elevado, encandilan a todo aquel que franquea su entrada. Diseñados por el artista francés Jacques Majorelle en 1924, cuando el país era protectorado francés, este jardín botánico fue recuperado por Yves Saint Laurent, donde ahora descansan sus cenizas. Imprescindibles, aunque sea en una corta visita a la ciudad!
Jardines Majorelle
Otra opción, para los que únicamente pasen unos días en Marrakech y no tengan tiempo de ver otras partes del país, es ir al Palmeral, una zona a pocos kilómetros de la ciudad donde conviven más de 10.000 palmeras y resorts de lujo. Un poco turistada, pero con la opción de montar en camello, para aquellos a quienes les tienta la idea y no lo hayan hecho anteriormente en su vida (como nosotros, jeje). Aconsejo, totalmente, ir en taxi. En mi humilde opinón, llegar allí en calesa es más caro y se pierde mucho más tiempo. 
Camellos en el Palmeral
En el siguiente post os explicaré el hotel en el que nos hospedamos, con habitaciones al más puro estilo de las mil y una noches. Fantástico!
 

1 comentario:

  1. Muy buen post Marina!! Hemos estado cuatro días en Marrakech y hemos seguidos tus consejos, un exito!!

    Un saludo!!

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